miércoles, 23 de julio de 2008

Traición

Tanto en los medios como en las veredas la palabra "traición" se escucha con más frecuencia que la común. Se apela al diccionario y a la historia para definir el gesto del Vicepresidente en la Cámara de Senadores. Y nótese que digo gesto y no "acto de emitir un voto", por ejemplo. Porque eso es lo que se nos mostró a los trasnochados que no podíamos dormir sin conocer el resultado de una votación en la que, aparentemente, se jugaban los destinos de la Patria.
Si algo tiene esta bendita profesión es que implica la pérdida de la ingenuidad -que rima con virginidad, por cierto-. Por eso, sabemos que todo ser humano es absolutamente impredecible,
que el acto que vemos no es más que el resultado de una batalla interna que se decidió previamente. ¿Cuántos Cobos es Cobos? ¿El hijo de un obrero? ¿Un militante del radicalismo fiel a la sempiterna ambiguedad partidaria? ¿El padre de familia preocupado por asegurar a su descendencia quién sabe qué memorias y/o recursos? ¿Un especulador? Muchos y todos, seguramente, como cualquiera de nosotros. Por es parece válido apelar a textos tan antiguos como los Evangelios, porque en el alma humana es siempre ahora. Y hablando de Evangelios, no se nos debe escapar con qué frecuencia inusual se trata de reivindicar la figura de Judas en numerosos documentales y best-sellers. Descubrimos, después de dos mil años, que sólo cumplió una orden de Cristo porque en realidad era el más fiel de los discípulos -argumento que también se escuchó en este caso: "se querían bajar y no sabían como, el voto estaba decidido por la Rosada". La tragedia que, como en cualquier otro melodrama, se representa con todos los ingredientes: la flota imperial merodeando, Yago aconsejando arteramente a Otelo, Judas dudando antes de vender al maestro. Cobos duda. Y porque duda se nos antoja muy humano. Indignamente humano para algunos, que esperan otra cosa de la investidura y señalan la falsedad de su conducta, no por eso menos humana. Es humano ceder a la tentación del protagonismo a cualquier precio. Mucho más en el caso de un político, de quien podemos suponer había aguardado ese trascendental momento durante toda su vida para estar en el centro de la escena. Al menos para un político argentino. Supongamos por un momento, un momento tan solo, que el voto hubiera sido positivo: ¿quien estaría hablando de Cobos? Nadie, seguramente. El protagonismo hubiera vuelto al "campo" o al "gobierno" pero nadie, absolutamente nadie, estaría hablando de Cobos. O sea que, en mi humilde opinión, el señor Vicepresidente de la Nación fue completamente fiel a sí mismo. Y al serlo, fue fiel a una sociedad que permanentemente nos impulsa con argumentos burbujeantes y ética de gaseosa a ser "nosotros mismos". Una sociedad individualista, donde cada uno sólo se debe encargar de sí. Una sociedad donde a nadie le importa del otro, donde se reproduce la marginalidad y la desprotección y la riqueza. Una sociedad donde el compromiso consiste en dejar caer una moneda en la mano de un indigente por ¿piedad o temor?. Las dos cosas tal vez. Lo mismo que provoca nuestro vice: piedad, porque es un pobre tipo sobre el que recae el peso de la representación de nuestras carencias, miedo, porque quien sabe a que destinos nos conduce el terrible camino de la traición social que hemos iniciado hace ya algunos años y que ahora está dando sus frutos.Ada Fanelli

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