domingo, 22 de noviembre de 2009


¿De qué hablamos cuando decimos “Salud Mental”? No es fácil dar una respuesta acabada sobre el tema. Por supuesto, no hablamos de los “profesionales de la Salud Mental”, ni tampoco del “Sistema de Salud Mental”, ni de sesudas teorías nunca suficientemente probadas. Tampoco de una definición pergeñada en algún lejano organismo internacional.
Cuando hablamos de Salud Mental, eso sí, estamos haciendo referencia a la gente. A la tristeza opacando las miradas, al miedo sometiendo con su poder el fulgor de esas miradas, a la ira que destella algunas veces en las pupilas. Sobre todo, a la desmesura en la pena, el terror, el odio. Y hablamos, desde luego, de las condiciones de vida de la gente, donde se originan pena, miedo, rencor.
Pero esto último sería bastante difícil de aceptar, especialmente para muchos especialistas en Salud Mental, porque complicaría su tarea, haciendo inútiles los diagnósticos, las interpretaciones, las evaluaciones conductuales, las recetas y las internaciones.
Relacionar las condiciones de vida de la gente con la Salud Mental, exigiría un cambio de actitud. Las Historias Clínicas, por ejemplo, consignarían el dolor del desempleo, o de la marginalidad, o de la injusticia, o del maltrato institucional, o de la angustia del desamor y el abandono.
En definitivas cuentas, se transformarían en largas y repetidas narraciones sobre soledad, carencia y discriminación.
Y una vez que las evaluaciones y las recetas ya no fuesen útiles, qué tarea desempeñarían los Profesionales de la Salud Mental. Tal vez, como única opción, tendrían que ayudar a la gente a vivir mejor. Enseñar que este es el único mundo que tenemos y hay que aceptarlo tal como es pero, también, que tenemos la posibilidad de transformarlo en otro más justo, más bueno, más solidario y hecho con el trabajo de todos.
Cuánta tarea enseñar Salud Mental. Quién sabe si sabríamos como. ¿Y si no supiésemos? Necesitaríamos diseñar seminarios para no saber. No saber como sufrir un poco menos cuando los zapatos nos hacen doler el cuerpo, el alma. Entonces también necesitaríamos reconocernos con alma, y buscar un lugar para ella, donde la tristeza fuese más lógica que las teorías acerca de la tristeza, donde el miedo de los hombres no se relacionara con encerrar a otros hombres, y la esperanza fuese artículo de primera necesidad. Al revés de lo que ocurre, aprenderíamos a andar todos juntos, inventando por el camino, como en un delirio colectivo, eso que nombramos como “Salud Mental” sin saber, todavía, cómo será. Ada Fanelli.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Carta abierta a una estudiante de Psicología Social

Aquí transcribimos el texto difundido por Internet escrito por una alumna de Psicología Social, y a continuación, la respuesta de Ada Fanelli, Directora de EPSER
F
echa: domingo, 5 octubre, 2008 7:43
> Digo, si se pudiera en algún momento terminar de definir
> las incumbencias de cada una de las ciencias sociales y su
> campo de accion, lo que se necesita para validar la
> formacion, etc... terminariamos con estas cuestiones.Creo
> que las escuelas de Psicología social tendrian que ser
> claras a la hora de ofrecer una formacion, especificar que
> es para "la formacion personal" y que, para la
> formacion profesional. Me parece que para terciarizar un
> carrera, hacía falta poner en claro estas cuestiones, creo.
> Besos a todos. PD: No critico desde afuera, soy parte, y amo
> la psicologia social, y sigo adelante para dar cuenta de
> ese compromiso de profesionalizacio n y formacion. Solo
> que considero que la terciarizacion debería ser mas
> rigurosa en cuanto a la formación academica, y no quedarse
> solamente en el ECRO pichoniano. No somos psiquiatras para
> trabajar con patologías, ni Psicologos para hacer
> clinica, pero existen otras multiples posibilidades y
> taáreas en donde los Técnicos en coodinación Grupal pueden
> actuar. A lo mejor moleste el rotulo de Psicologo, a lo
> mejor digo, podríamos hablar de "Agentes de Cambio
> social", interventores del Aréa social,
> "Consultores biopsicosociales" que se yo, hay
> mucho para inventar. A lo mejor es un tiempo de
> "deconstruir" para construir juntos una nueva
> vanguardia en el área social y colectiva acorde a los
> tiempos globalizados en donde la legitimación de un título
> está tan instaurada, a lo mejor, si Pichón viviera hoy, lo
> estaría promoviendo.Es una opinión.

>
Querida Claudia:
Porque tu nombre es Claudia, verdad? Eso creo aunque el texto llegó a mí sin tu firma.
No me conocés, me llamo Ada y soy Lic. en Psicología Social, Operador recibida en la misma escuela donde estudiás. y Psicóloga Social por la Escuela de Psicología Social para la Salud Mental de Alfredo Moffatt.
Leo tus líneas y me asombra tu capacidad de síntesis, porque estás expresando mucho de lo que se escucha a través de los “radio pasillos”, y gracias a tu claridad, puedo ordenar mis pensamientos y tal vez escribir algo de lo mucho que uno piensa a diario sin encontrar el interlocutor válido para quien expresarse.
¿Me hacés de “par dialéctico” Claudia? !Gracias!
Voy a intentar responder a las preguntas que te hacés, o mejor dicho, voy a compartir con vos algunas de las respuestas que fui encontrando a veces, y a veces construyendo en estos años de ejercicio de la profesión.
Acerca de las incumbencias, los campos de acción etc. te cuento que si, es cierto, están superpuestas. Y mucho. ¿Sabés por qué? Porque compartimos el mismo objeto de estudio, que es el ser humano, al que nosotros consideramos como sujeto y la Psicología considera individuo y por eso aborda su estudio e intervenciones desde lo particular y no desde lo social, mucho más en estos momentos en que el psicoanálisis está siendo tan cuestionado desde los mismos claustros universitarios donde se están formando psicólogos cognitivos, conductistas y a veces, con mucha suerte, humanistas. Todas escuelas americanas, por si no lo sabías, lo que da cuenta de una profunda brecha entre el abordaje desde la Psicología Social y la Psicología, y esa brecha no está en las paredes ni el techo del edificio “psi” sino en sus mismos cimientos, porque se trata de una diferencia de paradigmas, es decir, ideológica.
Pichón Riviere fue junto con Raskovsky el introductor del psicoanálisis en nuestro país (si tenés ganas de leer te recomiendo “Cuéntame tu vida” de Carlos Balan) y ya lo hizo con una concepción psico-socialm así que fijate desde donde arranca la Psicología Social en este país.
Pichón era psiquiatra y por aquellas épocas eso significaba trabajo en el hospicio y menores recursos económicos. Raskovsky, su amigo, en cambio, generó una línea más ortodoxa psicoanalizando niños de la clase media, por ejemplo, aunque también trabajaba en el Hospital de Niños. Todavía no llegaba Lacán. Estaba de “moda” Melanie Klein, y por eso nosotros estudiamos el psicoanálisis desde esa perspectiva. .
Le pasaron muchas cosas a la Psicología desde entonces. Al principio existían vasos comunicantes entre la Facultad y la Escuela. Bleger, entre otros, daba clases en ambos sitios y Pichón fue nombrado presidente honorario de la Cátedra “Silencios y Ausencias de la Psicología en Argentina” en la UBA. Pero sólo eran los comienzos del devenir de la Psicología y la Psicología Social, transitando, no en el vacío, sino en el contexto de un país profundamente castigado y reprimido.
El proceso cerró varias universidades y transformó sus programas. La Facultad de Psicología, al fin, reabrió lacaniana, por dos motivos, supongo: 1.- que es difícil de entender para los legos, y los censores lo eran 2.- que no estaba orientado a lo social. No me malinterpretes, no estoy criticando a Lacán, a quien introdujo aquí también el mismo Pichón, sino que estoy señalando lo obvio. Te cuento: los milicos eran tan brutos que prohibían, por ejemplo, “Rojo y Negro” de Sthendal, y sin embargo en las librerías de la Calle Corrientes se acumulaban, de oferta, los ejemplares de “El Antiedipo” . Quienes no pudieron exiliarse debieron acudir al “insilio” un neologismo para nombrar el exilio interno. Lacán es un gran teórico, no podemos negarlo...para los franceses. Otra realidad, otro mundo.
Aquí la pobreza, la solidaridad (ahora seriamente amenazada por ideas y estilos que no son los nuestros) reclamaban otros intelectuales, proclamando otras ideologías. Y eso, querida Claudia, es la Psicología Social. Que, a partir de otras ideas, por supuesto, deviene en otras prácticas, las que te están enseñando en la Escuela.
El proceso terminó, pero muchos de sus efectos sobre el mundo académico todavía están activos. El conflicto que enfrenta a Psicólogos y Psicólogos Sociales es una parte muy chiquitita de la fractura que atraviesa nuestra cultura y nuestra sociedad.
Y ojo, Claudia, que no es una fractura en las veredas: lo que se fractura es nuestra propia cabeza. Mirá, por ejemplo: no sabes que triste me pongo cuando a veces escucho a mis compañeros diciendo: -“Ellos pueden atender porque les enseñan psicopatología y a nosotros no”.
Me pongo triste porque algo se nos perdió, también a nosotros, por el camino. Todo Psicólogo Social debe saber que nosotros no hacemos psicodiagnósticos NO PORQUE NO SABEMOS sino porque tenemos una concepción DIFERENTE de la Salud Mental.
Yo, por ejemplo, en mis muchos años de trabajo en Salud Mental, no encontré absolutamente a nadie que no cambie positivamente al ser mejor tratado: cuando se fortalecen los vínculos, se transforma la realidad.¿ Y eso sabes por qué? Porque los Psicólogos sociales no trabajamos con el individuo aislado ni lo sometemos a una categoría psiquiátrica, sino considerando al sujeto en situación, contextuado, histórico y social, alguien que sufre las patologías que su tiempo le depara porque vivimos tiempos patológicos. Pero también alguien que puede transformar su tiempo y su mundo y la Psicología Social dispone de herramientas para ayudar en esa tarea. Cosa que la carrera de Psicología, muy lamentablemente, no ofrece a sus estudiantes.
Esa es la otra cosa que me duele, Claudia: la cantidad de chicos que están aprendiendo teorías ajenas, inútiles, que al final de cuentas terminan con la receta de un psicofármaco. Chicos que se están esforzando tanto como vos lo haces o yo lo hice y a los que están estafando, porque les dicen que no se puede cuando debían decirles que no saben o no quieren. Se trata del Narcisismo, Clau, la enfermedad de nuestro tiempo, una verdadera pandemia. Pero no debo hablar de ese tema, no es mi incumbencia, más bien te puedo recomendar la lectura del discurso con el que Eva Giberti abrió el Congreso de Salud Mental del año pasado 2008 en esta ciudad de los Buenos Aires. Leélo, también está en este blog....
Así que ya vez, Claudia, no se pueden delimitar los campos cuando estamos luchando por conquistar el mismo espacio pero con distintos objetivos.
Otro tema muy importante que tocás es el de la formación personal y la formación profesional. Mirá Clau, ese es un “punto fuerte” de nuestra profesión. Si te fijas en “El proceso grupal” encontrarás un capitulo que se llama “Proyecto para una Escuela de Psiquiatría Social” -lo que llevó a algunos tontos a pretender que nos denomináramos “Psiquiatras sociales”-pero bromas aparte, allí vas a ver que Pichón concebía la Psicología Social en un primer momento como formación para médicos, ya que era imposible garantizar el análisis individual a cada estudiante de psiquiatría. (No existía la carrera de Psicología como clínica)
Yo no sé si en alguna otra disciplina se puede separar al profesional de la persona, pero desde luego en el ámbito psi no se puede. Es obligatorio para cada uno de nosotros realizar un proceso de autoconocimiento, cosa que en la carrera de Psicología queda librada a la buena voluntad de los estudiantes, y en cambio el Psicólogo Social lo hace como parte del proceso de aprendizaje en el Grupo Operativo, ese poderoso instrumento transformador de sus integrantes.
Este es un problema muy serio para la Psicología, como todos sabemos. Tenemos casos lamentables de gente que se dice psicólogo y seguramente no tienen ni dos horas de diván, o bien consiguieron engañar al terapeuta de turno como un caso tristemente célebre de un catedrático de la UBA. Seguramente, sería mucho más difícil que esto ocurriera teniendo que mentir a varias docenas de compañeros con los que te vinculás a lo largo de la carrera de Psicología Social.
Ojo, Clau, no estoy diciendo: “no podría pasar”. Estoy diciendo que sería mas difícil. A lo largo de estos años he visto a muchos “perversos” (y ahora sí lo digo en el sentido psicopatológico del termino) abandonar la carrera antes de terminar siquiera primer año. Nadie los hecha, se van solos. Ya lo sabemos: “es posible mentir a algunos todo el tiempo, a todos algún tiempo, no es posible mentir a todos todo el tiempo”.
!Uno de los beneficios de la formación grupal!
Otro punto que me parece importante es tu demanda a las Escuelas. No es que estoy en contra de que mejoren, por supuesto, y creo que lo hacen, pero no son las encargadas de decir a sus egresados qué tienen que hacer, ni como tienen que hacerlo, en ese sentido en todo caso los que deben pronunciarse son los Colegios, que dictan pautas para el ejercicio de cada profesión. Con respecto a las incumbencias fueron muy bien redactadas por la lic. Gladys Adamson y las podes encontrar en Internet en la pagina de CAECE que corresponde a nuestra carrera . Pero si esto es cierto para todas las profesiones, en el caso de la Psicología Social debemos considerar que estamos formados para la creatividad y el cambio, y seria contradictorio suponer que las escuelas nos deben decir que tenemos que crear o cambiar de antemano.

Con respecto al nombre de nuestra carrera vos decís: “A lo mejor “moleste” el rótulo de "Psicologo” y propones algunos alternativos. Yo te pregunto ¿Y por qué? No es que no existan nombres muy bonitos. En Paraguay existe la carrera de “Ingeniería Social” y me encanta , porque ingeniero viene de ingenio, pero...¿y si se enojan los ingenieros?.
¿Porque “ellos” no se llaman “contadores de traumas” o “maestros del diván” o -como dice el inefable Moffatt- “cafishos de la angustia”?
Nadie se llama de una manera determinada porque sí. Y nadie puede exigir que otro cambie su nombre porque si. Nuestras opiniones debemos fundamentarlas debidamente No es correcto pedirle permiso al vecino a ver que nos deja hacer sólo para que nos devuelva el saludo.
!Mi querida Claudia! En este punto soy intransigente, y es una cuestión de dignidad. Nadie es dueño de las palabras y los psicólogos nada más que de su titulo, que por cierto, es de “psicólogo” en La Plata, aquí en Buenos Aires es de “licenciado en Psicología”.
Hay cosas en la vida que debemos defender, no son cuestiones de “gustos”. Me gusta Melody y Florencia y Anahí, pero YO ME LLAMO ADA Y LA IDENTIDAD NO SE NEGOCIA..
Si vale su desempeño, que lo demuestren en la competencia leal. Para lo demás hay leyes, y van perdiendo todos los juicios en los que se presentan.
Pero entonces: ¿por qué nos hacen la “guerra”?
Puedo darte mi propia teoría: Es, como alguna vez le escuche decir a Tato Pavlovsky, una cuestión de mercado. Existe una enorme demanda, porque hay mucho padecimiento psicológico y muchos están dispuestos a pagar muy bien para ocultar la relación entre salud mental y salud social.
Esta nueva psicología no da respuestas, deriva a psiquiatría. La psicología social en cambio sostiene que el cambio es posible, que todos , mas allá de nuestras condiciones bio-psico-sociales, podemos hacer algo para mejorar esas condiciones propias y ajenas, y que ese algo no es posible en soledad. Que la forma de remediar no es medicalizar a la población -incluidos los niños-, que un abrazo es un remedio aunque no sea un medicamento. Que cada uno de nosotros al cambiar genera cambios en los otros, que “hacer diagnostico” es, de alguna manera, maldecir al otro, al que nos trae su angustia y espera nuestra aceptación, no un rótulo.
Creo que la Psicología Social es una práctica. Una práctica que puede mejorar nuestra calidad de vida, como lo demuestran los miles de psicólogos sociales egresados de escuelas de Psicología Social durante los últimos cincuenta años a lo largo y lo ancho del país.
Creo que el problema es entre inteligencias y el ámbito de discusión el académico, no los tribunales. (En los que, repito, perdieron todas las demandas que hicieron) ¿Se te ocurre que los matemáticos exijan que un juez dictamine entre el álgebra y el análisis matemático? ¿Un físico newtoniano demandando a un defensor de la física quántica? A mi, no se me ocurre.
La Psicología no es una secta y el saber no es un dogma. El conflicto entre paradigmas no se libra sólo en nuestro país. Permitime compartir, por ejemplo, este texto:

“(......)tiene muchos seguidores entre aquellos que no tienen el nivel de doctorado en psicología. Esta popularidad se ha estimulado a causa de su postura de que los profesionales no siempre son los mejor calificados para ayudar a otros. Consideraba que a menudo quienes tienen poca o ninguna educación formal pueden proporcionar las condiciones esenciales de aceptación incondicional, empata y autenticidad. A la inversa, no todos los profesionales altamente capacitados en la salud mental pueden proveer dichas condiciones debido a que, en algunos casos su preparación ha enfatizado técnicas en lugar de formas de relacionarse. Esta postura hizo que lo apreciaran muchas personas que resentían la suposición de que son necesarias las credenciales profesionales a fin de proporcionar terapia y servicios afines. (Todavía hay controversia acerca del tipo de extensión de la capacitación que se necesita)”

¿El nombre de quien pondríamos en el lugar de los puntos suspensivos?
!Cuidado! No es argentino, es norteamericano, es un gran terapeuta y se llama Rogers. Seguramente sabés de quien se trata. Ideológica y conceptualmente está muy cerca de la Psicología Social Argentina. Como ves, la discusión no se da sólo en nuestro ámbito y debemos seguir adelante con ella pero de forma respetuosa. Entre unos y otros y para con nuestras ideas. Aportar argumentos y no agresión. ¿No se trata de eso la salud mental que todos buscamos?

Gracias Claudia por haberme permitido explicarte todas estas cosas que ya son sabidas, pero que siempre es bueno recordar, organizar, discutir. No te parece?

Un fuerte abrazo psicosocial. Ada Fanelli.