El siglo XIX fue el siglo del liberalismo, el de las modernas democracias constitucionales de Europa occidental y América. Es también el siglo de las utopías socialistas y del moderno pensamiento de izquierda. En esos momentos un pensador y filósofo alemán sacude los cimientos del pensamiento occidental y proclama que "Dios ha muerto", Este ser tan increíblemente osado es Friedrich Nietzche, va a cuestionar el pensamiento occidental desde sus mismas bases constituyentes, cuestionando todos los presupuestos filosóficos anteriores con una fuerza avasallante; Proclamó que "Dios ha muerto", liquidando de un plumazo las preocupaciones existenciales del ser humano y su eterno monólogo con la divinidad, haciendo tambalear el mito de Dios y con él a todo el pensamiento religioso. Este filósofo alemán nació en Röcken, una pequeña ciudad de la Turingia sajona, anexada a Prusia en 1815, en el año 1844. A los quince años, sufrió la pérdida de su padre, quien era pastor protestante (luterano), característica que lo asemeja a las peripecias familiares de otro gran crítico de los ánimos religiosos de la humanidad, cuyo padre también tenía grandes inquietudes religiosas: Carlos Marx.
Además de las primeras inquietudes religiosas, el padre de Nietzsche le deja una terrible herencia genética: una propensión a padecer terribles migrañas y una aguda miopía. La salud del filósofo será un dato inevitable al hacer un juicio categórico sobre su actividad filosófica, además también hay que tomar en cuenta su estado mental que se desarrolla en un continuo deterioro progresivo hasta caer en los últimos diez años de su vida en la más profunda de las tinieblas de la razón.
El joven Nietzsche demostró ya tempranamente sus inquietudes por el pensamiento filosófico, por la antigüedad clásica, y particularmente por la filología, disciplina que impartirá prontamente en la Universidad de Basilea, lugar donde a los veinticuatro años se le otorgó una cátedra universitaria, sin aún haber conseguido su doctorado.
Las amistades también jugarían un lugar destacado en la formación de Nietzsche, la cercanía en Basilea del historiador Jakob Burckhardt y del teólogo agnóstico Franz Overbeck, además de los extraordinarios helenistas Erwin Rodhe y F. W. Ritschl, marcaron su destacada personalidad profundamente iconoclasta, y lo llevaron a cuestionar activamente a todos los grandes santuarios del pensamiento occidental.
Nietzsche lee atentamente la obra de Burckhardt "La cultura del Renacimiento en Italia", y sueña con la organización de "claustros laicos", una suerte de seminarios para filósofos jóvenes, aunque abandona pronto la idea por ser del todo irrealizable.
Una amistad muy especial unió también a Nietzsche con Wagner; ésta surge a partir de la presentación a la que asiste el filósofo, de la obra "Los maestros cantores de Nuremberg", la que maravilla a Nietzsche, iniciando así la que será una larga y profunda admiración por el famoso músico alemán.
Es esta una de las épocas más felices de la vida de Nietzsche; Casi enseguida se vuelve un asiduo visitante de la casa de Wagner en Triebsche, situada a orillas del lago Cuatro Cantones, cerca de Basilea. El músico alemán llega a alojar al filósofo en su propia casa, manteniendo un intenso intercambio de ideas valorado por ambos. Pero todo esto no duró demasiado tiempo, ya que el devenir emocional de Nietzsche lo llevó no sólo a enemistarse con Wagner, sino a escribir posteriormente en forma muy dura contra él, contradiciendo sus opiniones anteriores.
En el período inmediatamente posterior a este idilio intelectual, se desata la guerra franco-prusiana, a la que el joven filósofo alemán se incorpora para servir en las ambulancias del ejército alemán. Es en el curso de estas actividades donde Nietzsche contrae la disentería y la difteria y pasa a vivir por una temporada con su madre en Naumburg para restablecerse. Luego continuarán su rosario interminable de enfermedades: neuralgias, insomnios, trastornos de la vista, dolores de estómago, ictericia, todo lo cual conforma una suerte de círculo dantesco que lo persigue por doquier, Nietzsche contrae la sífilis, enfermedad que va a terminar con su vida, terminando previa y progresivamente con su lucidez y con su genio intelectual.
La obra de Nietzsche no puede ser encontrada en sendos tratados sistemáticos, sino que muy por el contrario, da la impresión de querer expresarnos sus propias experiencias “vivenciales” por medio de una prosa de una belleza sublime,
Podemos, no sin cometer el pecado de la generalización, englobar y sumergir a Nietzsche en la tensión que provocó en la Europa decimonónica el surgimiento de la sociedad de masas y su relación conflictiva con la conciencia crítica individual, y concretamente en Nietzsche frente al individuo heroico. Es muy probable que este estado de cosas, y sus repercusiones sociales hayan tenido una importante impronta en el desarrollo de sus ideas.
En Alemania ya existía una fuerte reacción romántica contra la muy influyente corriente iluminista, fundamentalmente de origen francés y de gran prédica universal. Esta era encabezada entre otros por el poeta Herder y por el teólogo Haman; estas reacciones pueden estimarse por un lado como una reacción de la voluntad del individuo, de su autonomía y de la creatividad frente al exceso de racionalismo y la mesura de la que se acusaba a la ilustración.
Nietzsche había leído atentamente a Schopenhauer, (quien fue para él como Hegel fue a Marx), particularmente el trabajo "El mundo como voluntad y como representación". En esa obra pesimista, nihilista, escéptica, que todo lo negaba, Nietzsche descubrió una visión clara del mundo, lo veía como en un espejo, según gustaba decir él mismo "en ella yo veía enfermedad y curación, destierro y refugio, infierno y cielo".
A partir de esto, elabora un diagnóstico del porqué de la decadencia de la civilización occidental; ésta era explicada debido a la confianza que se depositaba en la razón en desmedro de la voluntad creadora y del instinto. Esta enfermedad de occidente era ni más ni menos que la creación de la civilización clásica griega: Nietzsche responsabilizaba a Sócrates y a Platón de la falta de innovación que reinaba en occidente, y más directamente culpaba a la razón como lógica exclusiva del conocimiento y del desarrollo intelectual en desmedro de la creatividad emotiva.
Uno de los rasgos fundamentales del pensamiento nietzscheano es su rechazo por la religión como tal. Quizás comenzó en su obra "Así hablaba Zaratustra" a prefigurar la muerte de Dios, para terminar objetivando precisamente en el cristianismo el rechazo a la religiosidad.
En "La gaya ciencia", la crítica que Nietzsche hace de Dios, no es una crítica académica basada en elementos de juicio positivistas, muy de moda en su época, sino una oposición visceral. Dios es "una objeción contra la vida, en vez de su trasfigurado y eterno sí" y "la fórmula para toda detracción de este mundo, para toda mentira del más allá". Como ya vimos, los ataques anticristianos también son de su gusto: "Yo considero al cristianismo como la peor mentira de seducción que ha habido en la historia", escribe en "La voluntad de poder", y con igual fuerza ataca a la moral cristiana a la que acusa de no estar a la altura del "superhombre filosófico" por él predicado, e inclusive hace gala de una suerte de moral relativista, señalando que toda moral es una construcción arbitraria.
La "Muerte de Dios" el "Superhombre" y el "Eterno retorno", constituyen la clave del proyecto de sociedad o del diagnóstico que Nietzsche realiza de la realidad y de sus potenciales desenlaces. La muerte de Dios dará al hombre su verdadero lugar en la humanidad y liberará innumerables caminos que el hombre aún hoy no conoce. Aporte de Alejandro Marin
martes, 29 de julio de 2008
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